El primer informe de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum no solo nos deja cifras alentadoras –aunque las hay y muchas–. Nos deja algo aún más valioso: un estilo distinto de ejercer el poder. Uno que no se impone, que no se grita, que no necesita aplastar para sostenerse.
Claudia Sheinbaum gobierna como mujer. Y no me refiero únicamente al hecho biológico, sino al ejercicio cotidiano de liderar desde la inteligencia, la mesura, la estrategia y la empatía. En medio de una política que suele premiar el ruido y la confrontación, ella representa otra manera de hacer las cosas: más clara, más digna, más serena… pero igual de firme.
Porque gobernar con cabeza fría no es gobernar sin pasión. Es gobernar sin perder el rumbo, sin dejarse arrastrar por la ocurrencia, sin usar el poder como un espectáculo. Y eso, en estos tiempos de polarización y de intereses disfrazados de ideologías, es profundamente revolucionario.
A muchas nos inspira, pero en lo personal, como mujer que hace política, me interpela. Me obliga a preguntarme qué más puedo hacer, cómo puedo seguir aportando desde mi espacio, cómo puedo construir también yo un liderazgo que abra puertas y no solo posiciones.
Porque ver a Claudia Sheinbaum en ese lugar histórico es una señal para todas: llegó una, pero llegamos todas. Y no lo digo como consigna, lo digo como convicción. Su presidencia no es el final de un proceso, es apenas el comienzo de una nueva generación de mujeres que no vamos a pedir permiso para participar, para decidir, para gobernar.
Su forma de hablarle al país –clara, directa, sin arrogancia– nos demuestra que otra política es posible. Una que no excluya, una que construya. Una donde el poder no se use para dividir, sino para transformar.
Y sí, también sé que todavía falta mucho. Que hay resistencias. Que no todas las puertas están abiertas. Pero ver a una mujer al frente del país, tomando decisiones con firmeza y sin perder la calma, nos recuerda que sí se puede. Que no es un privilegio inalcanzable. Que no es una excepción, sino el camino que muchas ya estamos recorriendo.
Desde mi trinchera, como legisladora, como madre, como poblana y como mujer que cree en la política como herramienta de justicia, este informe me reafirma algo profundo: yo también puedo, yo también quiero y yo también voy a llegar y no hablo solo del espacio que ocupa sino de la conquista de nuestros sueños, aquello que las mujeres, todas las mujeres, desde nuestras diferencias soñamos hoy puede ser una realidad.
Porque cuando una llega, no lo hace sola. Nos empuja a todas las demás.
Y eso es lo más poderoso de este momento. Que ya no estamos viendo el poder desde afuera. Lo estamos construyendo desde adentro. Con cabeza fría, con corazón firme, y con la certeza de que nuestro tiempo ya llegó.
#NuncaSinMujeres