Te tomas una selfie, eliges el mejor filtro, escribes la frase ideal y das “publicar”. Pasan los minutos… y nada. Un par de reacciones, quizás un comentario. La emoción se convierte en duda y preocupación. Esta escena es tan común sobre todo en personas inmersas en un mundo donde las redes sociales han dejado de ser solo entretenimiento para convertirse en un espacio de validación externa.
Pero ¿qué hay detrás de esa preocupación constante que se tiene respecto a la respuesta a lo que se publica? Razones hay tantas como personas en el mundo digital, sin embargo, de acuerdo con estadísticas del IMSS el 62.7% de jóvenes presentan problemas de autoestima a partir de la exposición de contenido en redes sociales y según el IAB México el 60% de usuarios mexicanos cambia su comportamiento para obtener más “likes”.
Estos datos reflejan una realidad preocupante: muchas personas están condicionando su bienestar emocional a la aprobación digital, por lo cual, su estado de ánimo dependerá de los resultados que tenga de sus redes sociales. Para entender a fondo por qué sucede esto, vale la pena mirar hacia adentro y reconocer que el origen todo es la autoestima.
De acuerdo con Morris Rosenberg (Sociólogo y creador de la Escala de Autoestima de Rosenberg), la autoestima es la actitud positiva o negativa hacia uno mismo, considerando el grado en que una persona se valora, se respeta y se acepta. Por lo tanto, la autoestima se refleja en la toma de decisiones, la motivación, las relaciones interpersonales, la resiliencia emocional, etcétera.
Al respecto, es importante señalar que la autoestima se forma principalmente en la infancia y adolescencia y es el entorno familiar, escolar y social el que influye para que esta sea fuerte o débil. Por lo tanto, vale la pena reflexionar lo que como personas hacemos y damos a los demás más allá de las redes sociales que si bien pueden servir como un medio para enaltecer el valor de un ser querido, para mal, pueden ocasionar problemas emocionales graves.
Desde esta perspectiva es importante considerar que, como individuos ocupados, autoexigentes e incluso promotores de reconocimiento exterior, tenemos varios retos. El primero es el de motivar a los demás a compartir contenido por gusto más que por necesidad afectiva; el segundo es el de valorar la existencia de los demás resaltando su importancia dentro del contexto en el que se encuentra; y el tercero, educar-se en pensamiento crítico digital y regulación emocional, asumiendo estos retos desde el ejemplo, manteniendo congruencia entre lo que se dice y se hace.
Finalmente, valorar los logros, reconocer los aciertos y corporeizar los “likes” a través de afecto reafirmará en los demás que la cantidad de reacciones en redes sociales no los define como personas, sino que su valor radica en el propósito de vida que persiguen, la relación que tienen con aquellas personas que aportan positivamente a su vida, la seguridad que poseen para enfrentar los desafíos y la capacidad que tienen para hacer brillar su esencia incluso cuando no se publica.
Teresa Juárez González
Maestra en Mercadotecnia y Comunicación Estratégica
IG: @teregonzz14