Claudia Sheinbaum y el Grito de todas: una patria con nombre de mujer

Miroslava Mendoza

Este 15 de septiembre, el Zócalo de la Ciudad de México fue testigo de un hecho histórico: por primera vez en 215 años, una mujer encabezó el Grito de Independencia como presidenta de la República. Pero no solo fue histórico por quién dio el grito, sino por lo que gritó.

Claudia Sheinbaum no solo repitió los nombres de siempre, no solo evocó a Hidalgo, Morelos o Allende —lo cual es justo y necesario—. También hizo lo impensable para muchos, lo que durante siglos se nos negó: nombró a Josefa Ortiz, a Leona Vicario, a Gertrudis Bocanegra, a Manuela Molina, a las heroínas anónimas, a las mujeres indígenas, a nuestras hermanas migrantes.

Ese grito no fue solo un acto protocolario, fue un acto de justicia histórica.

Porque durante demasiado tiempo, la historia patria nos fue contada en masculino. Nos dijeron que la Independencia, la Revolución, la Constitución, la democracia, eran cosas de hombres. Nos enseñaron en los libros que ellos pelearon, ellos planearon, ellos fundaron la patria. Nosotras solo criamos, curamos, alimentamos o resistimos desde las sombras. Pero esta vez no. Esta vez fue distinto. Esta vez, una mujer en el balcón más alto del país gritó por todas.

Gritó por las que lucharon y no fueron reconocidas.

Gritó por las que sostuvieron esta nación con trabajo no remunerado.

Gritó por las que parieron en silencio a quienes hoy aparecen en bronce.

Gritó por las que limpiaron, tejieron, resistieron y cuidaron sin aplausos ni placas.

Y gritó también por las que estamos aquí, haciendo política, tomando decisiones, caminando el territorio, construyendo desde abajo y desde la izquierda.

Claudia no solo habló desde su investidura, habló desde su conciencia de mujer. Lo hizo con firmeza, sin estridencia. Con voz serena, pero con mensaje potente. Reivindicó lo que muchas generaciones antes de nosotras sembraron: que el lugar de la mujer no está solo en la historia, sino en el presente y en el futuro de México.

Desde ahí, desde ese balcón, cada palabra fue un mensaje claro: la patria también es nuestra.

Y como lo ha dicho ella una y otra vez: “Llega una, llegamos todas”.

Hoy, desde nuestras trincheras, esa frase resuena con fuerza. Porque ver a una mujer presidenta reconocer a otras mujeres, es también una invitación a seguir construyendo, a no soltarnos, a no callarnos, a no retroceder. No se trata de que todo cambie en un solo sexenio, se trata de que ya nada vuelva a ser igual.

Por eso este Grito no fue solo una ceremonia: fue una declaración política, feminista y profundamente transformadora.

Porque la patria no solo se defiende con discursos, se defiende nombrando a quienes la han sostenido. Y cuando esas voces se levantan desde Palacio Nacional, cuando se nombran a las heroínas con el mismo peso que a los héroes, entonces sí, estamos haciendo historia.

Comparte este articulo
COMENTA