Durante años, las poblanas y los poblanos cargamos con el peso de decisiones tomadas sin transparencia, sin escrúpulos y sin considerar el futuro de nuestras finanzas. Una de las más indignantes: la megadeuda heredada del Museo Internacional Barroco, que no solo se convirtió en símbolo del derroche de los gobiernos neoliberales, sino también en una carga que amenazaba con perseguirnos hasta el 2046.
Hoy, gracias a la visión firme y responsable del gobernador Alejandro Armenta, esa historia llegó a su fin. Se acabó la megadeuda corrupta. Se acabó el pagar por un edificio que, más allá de su fachada monumental, representaba el desprecio por la justicia social y la opacidad en el uso del recurso público.
Porque hay que decirlo claro: con esos más de 10 mil millones de pesos que íbamos a seguir pagando, ahora se construye bienestar para todas y todos. Ese dinero no se va a un fideicomiso privado, no se va a cuentas bancarias en el extranjero; se va directo a lo que realmente importa: salud, educación, infraestructura básica, apoyo al campo, vivienda, escuelas y mucho más.
Gracias a esta decisión, se podrán rehabilitar más de 2,000 escuelas, entregar más de 500 patrullas nuevas, realizar más de 500 obras comunitarias, invertir más de 12 mil millones en desarrollo social. ¿Qué prefieres tú? ¿Un edificio que pocos usan o miles de calles pavimentadas, centros de salud, techos dignos y agua potable en nuestras juntas auxiliares?
Alejandro Armenta ha dejado en claro que su gobierno no será cómplice del pasado. Su compromiso es con el pueblo, no con los contratos leoninos. Esta cancelación de deuda es un mensaje contundente: en Puebla se gobierna para la gente, con justicia, con visión de largo plazo, con dignidad.
Lo del Museo Barroco fue una deuda diseñada para beneficiar a unos cuantos a costa de todos. Era el ejemplo más claro de cómo los gobiernos anteriores apostaban por la forma antes que por el fondo, por el ego antes que por el pueblo. Hoy, con esta decisión, se rompe un ciclo de impunidad financiera. Hoy, ganamos todas y todos.
Esto no es revancha política, es rendición de cuentas. Es entender que cada peso del erario debe rendir frutos, debe tener nombre, apellido y destino claro. No más obras faraónicas que solo existen para inflar currículums o alimentar ambiciones personales.
Con Alejandro Armenta, Puebla avanza con paso firme y con la frente en alto. Se gobierna con el pueblo, para el pueblo. Y se demuestra que sí se puede hacer historia sin robar, sin mentir y sin traicionar.