La participación de la presidenta Claudia Sheinbaum en la cumbre del G7 no es cualquier cosa. Es un momento clave para la política exterior de México, porque por primera vez en mucho tiempo llegamos con una mujer al mando, con una visión clara y firme sobre lo que debe ser el papel de nuestro país en el mundo: digno, soberano, con principios.
En Canadá, Sheinbaum no solo habló de cambio climático, desarrollo social, inversión y migración. Habló desde la voz de México, desde una nación que ya no está dispuesta a aceptar condiciones injustas ni a quedarse callada cuando hay que defender a su gente. Y lo hizo con ese estilo sobrio, técnico y contundente que la caracteriza. Sin estridencias, pero con firmeza.
Uno de los momentos más esperados fue el encuentro con Donald Trump, que aunque informal, tuvo mucha carga simbólica. Porque en 2016 él nos insultó, nos criminalizó, levantó un muro y trató a nuestro país como patio trasero. Y ahora, con la posibilidad real de su regreso a la Casa Blanca, tener una presidenta que lo mire de frente y le diga “México ya no es el mismo” es, sin duda, un acto de dignidad nacional.
Claudia no fue a buscar pleitos, pero tampoco a quedar bien. Fue a defender lo que somos. Y eso vale oro.
En paralelo a esta agenda global, no se puede ignorar lo que pasa con nuestros hermanos migrantes. En los últimos días hemos visto redadas, amenazas y propuestas absurdas como impuestos a las remesas o incluso sanciones unilaterales contra México si no se “frena” el flujo migrante. Esas ideas solo demuestran la ignorancia de algunos sectores en Estados Unidos sobre la realidad de la migración.
Y frente a eso, la presidenta ha sido muy clara: México no es un país de rodillas. México protege a su gente, dentro y fuera del país. No se trata solo de diplomacia, se trata de humanidad.
Aquí también entra la visión del gobernador Alejandro Armenta, que ha sido muy firme en algo: Puebla es tierra de migrantes, de familias que se parten el alma para salir adelante y que no pueden ser tratadas como criminales. Armenta lo ha dicho fuerte y claro: hay que trabajar desde lo local para generar oportunidades aquí, para que migrar no sea una necesidad, sino una opción. Y si nuestros paisanos deciden volver, deben encontrar un estado que los reciba con respeto, con programas, con brazos abiertos.
Hoy México se muestra al mundo con otra cara. Una cara que no es sumisa, pero tampoco altanera. Una cara que habla con la verdad y con firmeza. Con la convicción de que hay mucho que cambiar, pero también mucho que defender.
Y sí, todavía hay retos enormes. Pero si algo ha dejado claro la presidenta Sheinbaum es que no se va a doblar, ni va a permitir que este país vuelva a ser usado como moneda de cambio. Se puede hablar con todos, incluso con Trump. Pero no para agachar la cabeza, sino para mirar de frente y recordar que México ya cambió. Y que hoy, nuestra voz no se negocia. Se escucha fuerte y claro.
Hoy está sucediendo lo que muchos soñamos: tener una presidenta comprometida, firme y preparada, representándonos en los escenarios más importantes del mundo. Esperamos buenos resultados y tenemos una gran confianza en ella, porque sabemos que con Claudia Sheinbaum, la dignidad de México está en buenas manos.