Ni sometimiento ni confrontación: el estilo Sheinbaum ante Trump

Digital Administrador

En política internacional, pocas cosas pesan tanto como saber negociar sin agachar la cabeza. Y eso es justamente lo que ha demostrado la presidenta Claudia Sheinbaum frente a la presión arancelaria de Donald Trump. En un contexto en el que muchos esperaban un choque de trenes o una rendición disfrazada de “cooperación”, México encontró algo más difícil, pero más digno: equilibrio con soberanía.

Desde que Trump regresó a la Casa Blanca, sus amenazas de imponer aranceles del 25% a las importaciones mexicanas —y posteriormente elevarlos al 30%— encendieron las alarmas. No se trataba de simples ajustes fiscales, sino de un intento por usar la política comercial como garrote político. En medio del ruido, Sheinbaum optó por una estrategia que no suele ser bien entendida por quienes solo saben gritar o rendirse: diálogo firme, sin ceder en principios.

Mientras otros líderes internacionales apostaron por el choque o el berrinche diplomático, Sheinbaum sostuvo conversaciones respetuosas pero claras. En febrero logró la primera prórroga de un mes para detener los aranceles. México no se arrodilló: reforzó su estrategia contra el tráfico de fentanilo y exigió reciprocidad en el combate al tráfico de armas provenientes del norte.

En marzo repitió la jugada, evitando otra vez una guerra comercial. En julio, contuvo un nuevo intento de imposición arancelaria del 30%. Tres veces se contuvo una amenaza que, de haberse concretado, habría costado empleos, encarecido productos básicos y dañado el crecimiento económico. Y todo sin perder la dignidad.

Lo que sorprende —y preocupa— es la reacción de la oposición mexicana, que lejos de reconocer un logro diplomático histórico, prefirió minimizarlo, descalificarlo e incluso burlarse de él. Parece que les duele más el éxito de la presidenta que la posible crisis que, de haberse dado, habría golpeado directamente a millones de mexicanos. Una oposición que prefiere ver al país sometido, sin rumbo o en crisis, antes que reconocer que hoy México tiene una presidenta con firmeza, inteligencia y capacidad de negociación internacional.

Los resultados están ahí: la economía mexicana se mantuvo firme, el tipo de cambio estable y se evitó el alza de precios en sectores clave. No hubo guerra comercial. No se cedió soberanía. Se defendieron empleos. Y sobre todo, se reafirmó que México ya no se somete ante nadie.

Sheinbaum no solo contuvo una crisis. Reafirmó que México no es patio trasero ni peón de nadie. Lo hizo sin escándalos ni montajes. Con resultados, no con gritos. Y eso, aunque moleste a quienes solo saben operar desde el conflicto o la nostalgia del entreguismo, es una victoria para todas y todos.

Mientras el mundo vive tensiones geopolíticas crecientes, México ha sabido colocarse como un actor que dialoga con dignidad y defiende sus intereses sin estridencias, pero con determinación. Y eso, guste o no, tiene nombre y apellido: Claudia Sheinbaum Pardo.

Aún quedan retos. Trump seguirá buscando imponer su visión unilateral. Pero si algo ha dejado claro esta etapa es que en México ya no hay improvisación ni sumisión, sino visión de Estado, capacidad diplomática y una presidenta que sabe ejercer el poder con inteligencia y decoro.

Hoy más que nunca, la verdadera soberanía no se grita, se ejerce. Y México lo está demostrando.

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