Obra comunitaria: cuando el poder vuelve a manos del pueblo

Miroslava Mendoza

En política, las palabras importan, pero los hechos lo dicen todo. Y esta semana, fuimos testigos de uno de esos hechos que marcan un antes y un después: la entrega de nuevas obras comunitarias en la capital poblana, resultado directo de un modelo de gobierno que le confía al pueblo no solo la voz, sino la acción.

El gobernador Alejandro Armenta lo ha dicho con claridad: gobernar con el pueblo y para el pueblo no es un eslogan, es una forma de ejercer el poder. Y con el programa de Obra Comunitaria, estamos replicando esa visión que el presidente Andrés Manuel López Obrador sembró con la Cuarta Transformación: confiar en el “pueblo bueno y sabio”.

Pero no se trata solo de confianza, se trata de estructura. El modelo implementado por el gobernador Armenta no improvisa: es una política pública con reglas claras, mecanismos de fiscalización ciudadana y, sobre todo, con la participación directa de comités vecinales que saben mejor que nadie qué se necesita en cada colonia, en cada calle, en cada escuela.

Este no es un programa que llega desde un escritorio; nace desde el territorio. Y ahí, el trabajo de Edgar Chumacero, coordinador de obra comunitaria, ha sido fundamental. Su labor ha logrado que la organización ciudadana y la ejecución técnica caminen de la mano, demostrando que sí se puede gobernar con honestidad, eficacia y cercanía.

Lo más valioso de este modelo no es solo la cantidad de obras entregadas —que ya son cientos en todo el estado—, sino el mensaje de fondo: el poder vuelve a estar donde debe estar. En las manos de la gente. En las decisiones colectivas. En los comités que no solo vigilan, sino que también construyen.

Replicar este modelo es un acto de justicia. Porque por muchos años, el abandono fue la norma en las juntas auxiliares, en las colonias marginadas, en las comunidades indígenas. Hoy, con este nuevo enfoque, no se hacen obras para lucirse, se hacen obras para servir. Y eso, en estos tiempos, es una revolución.

Queda claro que cuando el poder se comparte, los resultados se multiplican. Y cuando el pueblo se organiza, el cambio no solo es posible, es imparable.

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