Me consta que cuando confías en la gente, se logran cosas extraordinarias.
Cuando dejas de ver al pueblo como beneficiario pasivo y lo entiendes como protagonista, entonces no solo se construye infraestructura: se transforma la comunidad y eso es exactamente lo que está pasando en Puebla con el programa de Obra Comunitaria, un modelo único en el país que demuestra que la participación social no es una idea romántica, sino una política pública efectiva.
Hasta julio de este año, tan solo en la capital del estado, se han concretado 642 obras gracias a este programa. Son 642 acciones que no nacieron en el escritorio de un funcionario, sino en las asambleas vecinales, en los Comités de Bienestar Social (COBIS), donde las y los ciudadanos deciden en qué invertir y cómo hacerlo. Eso se llama democracia directa, y eso es lo que muchas veces hace falta para cerrar la brecha entre la política institucional y las necesidades reales.
De los 927 millones de pesos que el Gobierno de Puebla ha destinado al programa en 2025, 166 millones han sido aplicados en Puebla capital. Y ahí están: aulas rehabilitadas, calles pavimentadas, luminarias instaladas, espacios públicos dignificados. Pero más allá de los números, hay algo que vale todavía más: el sentido de pertenencia. Porque cuando una vecina participa, cuando una mamá firma el acta de entrega, cuando un abuelo da seguimiento a los trabajos… entonces el proyecto ya no es del gobierno, es del barrio, de la calle, de la comunidad.
Y no es casualidad que muchas de esas vecinas sean quienes hoy lideran los COBIS. La participación de las mujeres ha sido central. Lo dijo el gobernador Alejandro Armenta en el evento de Plaza La Victoria: el 50% de su gabinete está conformado por mujeres, y muchas de ellas están al frente de la transformación comunitaria. No solo se reconoce su capacidad organizativa, se apuesta por ella.
Este programa no solo mejora infraestructura, mejora la confianza. Refuerza el tejido social. Recupera el valor de la palabra. Y, algo muy importante: incorpora mecanismos de auditoría ciudadana, porque gobernar con el pueblo también es rendirle cuentas. Esa es la lógica de fondo: que los recursos públicos se administren con honestidad, pero también con corresponsabilidad.
Desde mi trabajo como diputada federal por Puebla, me siento profundamente comprometida con seguir impulsando modelos como este. Porque me consta, insisto, que cuando se le entrega al pueblo no dádivas, sino responsabilidad y decisión, el resultado es más profundo que una obra: es comunidad. Y ese es el tipo de transformación que vale la pena defender.
En Puebla, se está construyendo algo más que obra pública. Se está construyendo una nueva forma de hacer política: desde abajo, con honestidad y con sentido común. Porque no hay mejor forma de gobernar que con el pueblo y para el pueblo.
Y nadie mejor para dirigir esa transformación que las mujeres de esta capital que lideran estos proyectos.
Los hechos hablan y aquí están.