Este domingo, Puebla participó en la elección judicial inédita que buscaba elegir a jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial. Sin embargo, la realidad superó cualquier expectativa de participación. Con apenas un 20% de afluencia en el estado, la jornada mostró que la ciudadanía no encontró eco en un proceso que nació con legitimidad cuestionada.
Desde temprano, la lluvia persistente pareció confabularse con el desinterés de la gente. Calles vacías, casillas solitarias y un ambiente más parecido a un día cualquiera que a una cita democrática. Y no es que la tormenta sea la única culpable: el desconocimiento sobre cómo votar y la nula información real sobre las candidaturas fueron los verdaderos nubarrones de la jornada.
A esto se sumó el uso descarado de acordeones por parte de algunos ciudadanos que, confundidos ante las boletas y nombres desconocidos, no sabían ni a quién elegir. Una escena casi cómica en medio de un proceso que debió ser serio y transparente.
Los perfiles partidizados y la prohibición para que los aspirantes hicieran campaña solo ahondaron el desencanto. ¿Cómo se puede elegir a quien no se conoce? ¿Cómo se puede legitimar a quienes no pudieron presentarse con propuestas claras ni explicar cómo impartirían justicia? La respuesta es sencilla: no se puede.
El presidente de la Junta Local del INE en Puebla, Edgar Humberto Arias Alba, insistió en que el proceso fue transparente y legal. Y es cierto: el INE hizo lo posible con lo que tenía, después de que la Cámara de Diputados redujo en 52% el presupuesto solicitado para esta elección judicial.
En Puebla, eso significó la instalación de menos de la mitad de las casillas previstas y una organización electoral bajo mínimos.
Pero por más impecable que haya sido la organización, la elección judicial quedó vacía. Vacía de participación, vacía de legitimidad y vacía de sentido democrático. Porque no basta con urnas y boletas: se necesita un verdadero interés ciudadano, un proceso que los incluya y no los margine.
Este domingo, Puebla y México presenciaron un fracaso de la democracia participativa. No por culpa del clima, no por culpa del INE, sino por un diseño político que no entiende que la justicia no puede imponerse desde el poder, sin el consentimiento y la voz de la gente. Una vez más, la democracia quedó en manos de unos pocos, mientras la mayoría prefirió quedarse en casa.
Y aquí la gran pregunta… ¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?
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